Sentado en su estudio de grabación, en la planta baja de su productora,
Sergio Lagos se nota entusiasmado. Los últimos días han sido ajetreados,
entre una errática agenda de grabación de Mundos opuestos 2 -como suele
ocurrir al principio de los realities shows- y la espera de su segundo
hijo, una niña que se llamará Celeste y que nacerá los primeros días de
febrero. Pero con otro largo día en el set de Pirque por delante, no
pierde la sonrisa y analiza su momento profesional y el nuevo programa
que animará, que debuta mañana en Canal 13, con concursantes como
Mauricio Israel y Claudia Schmitd en el encierro.
El equipo de Mundos opuestos, con el que siempre ha trabajado, solía ser reacio a las segundas partes. ¿Por qué ahora sí?
Mundos
opuestos es un tipo de reality que aún no se duplica muchísimo. Todavía
hay un giro. Tal vez, al equipo -y me incluyo- no se nos ha ocurrido
nada mejor. Surge la necesidad, porque el tiempo apremia. Estos
programas antes duraban tres meses y ahora son seis. Los equipos quedan
tan desgastados que se van dos meses de viaje, vuelven y ya están
pensando en cómo hacerlo de nuevo. La versión más clara, creo, es que el
canal vio en Mundos Opuestos un suceso. Caballo bueno repite.
¿Tuvo duda de mantenerse haciendo realities shows?
No.
Ahora las posibilidades de acción dentro del canal están más
restringidas. Hay muchos menos espacios posibles para hacer tele.
Entonces, más que cuestionando, estoy agradeciendo la posibilidad de
hacer cosas, porque la pantalla hoy en día está muy cerrada. Sobre todo
en un canal que tiene dos realities al hilo. En general, uno no puede
decir “esto no”, porque es “lo” que vas a hacer en el año.
¿Siente que está subutilizado, porque su rol en los programas está reducido a nexos?
Si
me sintiera subutilizado en un estado crítico, me preocuparía de
resolverlo. Si no es por el camino formal, lo haría por el informal. Sé
que manejo un rol, pero lo hago de la mejor manera posible y trato de
imprimir un sello o una característica. De todas formas, me he dado más
tiempos personales o para otros espacios de mi vida que no son tan
públicos o no tienen una esfera tan amplia. Entonces, estoy tranquilo en
ese aspecto.
Porque usted siempre ha sido un animador, más que conductor, y también tiene un discurso, otras vetas que le gusta explorar.
Esa
es una deuda que tengo, pero también es cierto que me encerré a hacer
discos. Me ha parecido mucho más interesante estar girando con la banda
por todo Chile. Ahora tengo el canal, mi trabajo creativo con la música y
a mi familia. Con eso ya quedo bien. Si sé que en algún minuto va a
aparecer ese programa, y siempre estoy pensando en hacerlo.
Dentro del reality, le gustaría tomar un papel más protagónico, volver, tal vez, a lo que hacía en Protagonistas de la fama?
No.
Antes los conductores tenían cierta importancia en los realities. Hoy
en día, sin desmerecer lo que hago, podría perfectamente no estar. A mí
no me parece mal, porque sé que el protagonismo lo tienen los
personajes, ellos son los que llevan la historia y efectivamente son los
que están ahí viviendo. Uno va de paso, a acompañarlos un rato. Podría
acercarme a la cosa más humana, tal vez. Pero sería lo mismo, porque
finalmente no voy a producir un giro. No voy a ponerme a pololear con
nadie. Los giros son esos: quién pololea, quién no. El género ha
evolucionado. Nosotros somos el relator o una especie de coro griego.
Está bien, luego vendrá otro programa en que me requieran con otras
necesidades o necesitaré hacer un programa de radio o de música.
¿Qué le parece la opción de Canal 13 por programar realities todo el año y de manera continua?
Calza
desde la lógica competitiva de los canales de hoy en día, que tiene que
ver con el rating y la necesidad comercial. Aquí nadie está jugando y
todos quieren ganar plata. La letra gruesa es esa. Tengo la sensación de
que esta administración quiere posicionarse como un equipo potente en
el ejercicio y en la manera de rentabilizar el negocio. De buena fe,
creo que cuando se sientan cómodos en el liderazgo, van a volver a
arriesgar. Insisto en que un canal no sólo debe ser líder ganando en los
puntos. También tiene que ganar en abrir la pantalla. Me encantaría que
hubiera una programación mucho más diversa, pero las leyes del mercado
competitivo a veces son mucho más feroces que los gustos individuales o
personales.
¿Y eso lo frustra?
Sí, claro.
Por un lado, es bien terrible que no haya más diversidad en TV, pero
por otro, es cierto que hoy en día la gente tiene otras posibilidades:
teléfonos, el computador, el cable, los otros canales. Crecí viendo un
canal. Era terrible, pero sobrevivimos. Desde el fuero interno
comunicacional, creo que algo debe pasar. Tengo la esperanza de que esto
va a ir cambiando y que van a aparecer otras cosas.
¿Presentó proyectos al canal que fueron rechazados?
En
2012 no. Ese año fui cauto, porque entiendo que el canal está un
proceso de consolidación de una forma de hacer televisión. Entonces, he
estado más quieto. Hay proyecto en el que íbamos a entrar a trabajar
este mes y se quedó detenido. Entonces, si las propias áreas están con
atascamientos de contenidos, es poco probable que mis proyectos puedan
funcionar en televisión abierta. Creo que el cable está dispuesto para
todo.
¿Echa de menos tener más espacio para otras cosas?
Hay
programas como Acoso textual o ¿Quién quiere ser millonario? que son
franjeados y con público y te permiten conversaciones y otro tipo de
interacción. Si bien los he echado de menos, vuelvo a insistir en que
los primeros siete u ocho meses del año pasado fueron súper intensos.
Pero la televisión es muy adictiva, no sólo para quien la hace, sino
también para la gente. Estuve hasta septiembre al aire, y en diciembre
todo el mundo decía “lo despidieron”. Y yo decía: “¡pero si estuve hasta
el 20 de septiembre en pantalla!”. Los animadores suelen estar en
pantalla todos los días, todo el día y todo el tiempo posible.